Tengo mi mente y mi alma desordenada, me dejo arrastrar por la corriente de días vacíos y noches heladas, me abrazo a las sombras de la nada y me envuelvo en el aliento de sucias miradas.
No reconozco la voz que hace eco en la angustia de mi llamada y veo mi cuerpo descender por el precipicio de la desgana, tiendo la mano bajo la luz de la luna blanca pero el telón, una vez más se cierra desolado... Quizás mañana.